
La dimensión humana
El mundo fabril que nos regala Román Podolsky no fabrica absolutamente nada pero produce un reconfortante goce estético sumado a unas actuaciones increíbles que aportan la dimensión humana en un universo mecánico.
Once obreros de una fábrica de vaya a saber uno qué se entregan a sus reiterativas y absurdas tareas haciendo cada tanto una pausa para contar un fragmento de su historia. Esta lograda combinación de movimientos coreografiados (hechos con el valioso aporte de Mayra Bonard) y los acertados textos de Podolsky crean un mundo en el cual, en medio del alocado ritmo fabril, se cuela inexorable el irreductible espíritu humano. Así nos vamos enterando de pequeños detalles de la vida de estos obreros, de su relación con las máquinas, su vocación artística, sus tristezas y sus reclamos. "Mundo fabril" no se entrega a la crítica anti sistema (aunque tampoco la elude) ni a la exaltación del movimiento obrero sino que rescata la bella humanidad de cada uno de los operarios convertidos en engranajes. En ese trajinar absurdo de estos once personajes se impone sobre la máquina la presencia de la vida.
Además de una excelente puesta en escena, Podolsky acierta en la elección de actores. No hay un intérprete que haga una mala labor, el elenco completo forma un equipo sumamente eficaz y cada uno de ellos tiene su momento para lucirse. Una obra impecable que pasa demasiado rápido. Cuando menos lo esperamos el reloj anuncia el fin de la jornada.
