MUNDO FABRIL

Destacando lo dicho por Garcìa Marquez, que en las primeras lìneas, una novela, debìa seducir al lector haciendo una extrapolaciòn al teatro, podemos afirmar que Mundo Fabril atrapa a los espectadores despertando no solo el interès intelectual de la narrativa sino que potencia los sentidos enriqueciendo el hipnotismo de los presentes. El escenario es un espacio envolvente, cambiante, donde las visuales se interrelacionan en distintas perspectivas y escalas, situaciones acompañadas por una mùsica de caràcter concreto y maquinista, compàs rìtmico, àspero despertando imàgenes con presunciòn de olores de humo, sensaciones tàctiles de màquinas inexistentes funcionando haciendo que el espectador forme parte de un grupo de actores sincronizados en una danza moderna. Los actores son màquinas y las màquinas son actores, mostrando la deshumanizaciòn del trabajo producida a partir de mediados del siglo dieciocho por la mal llamada revoluciòn industrial. Con un ritmo rutinario, repetitivo orquestado coherentemente, con astuta creatividad de la direcciòn de Romàn Podolsky, dentro de una escenografìa espacial, dinàmica de Alejandra Polito que logra mover planos con los actores, dònde el todo es particular y general. los planos paredes son màquinas, instrumentos musicales que al deslizarse generan mùsica combinada con la apropiada elecciòn de sonidos de Federico Marrale.El espacio sòlido se logra con una iluminaciòn de Matìas Sendòn, cùbica, pesada, propia de fàbrica de edad madura, anciana. La coreografìa de Mayra Bonard es una concatenaciòn de situaciones que con gran oficio logra que todo sea multiespacial, hombre, paredes, sonidos, luces, no dejando huecos a la distracciòn. Lo relevante de Mundo Fabril es el ritmo en su escala grupal e individual, sumando el concepto contemporàneo de amalgamar las distintas expresiones del arte escénico, narrativa, música y danza. El grupo de actores dan la escala global de las màquinas, construyen el sentido de producciòn rìtmica y dominante del ser individual, y, a la vez nos trae, en cada uno de ellos, su dramatizaciòn existencial de fracasos y aciertos de su vida. Estos pasajes individuales dan una escala humana a la obra, dentro del terrible fragor de sometimiento creado por el clima destructivo que devora a los personajes. Finalmente Mundo Fabril es una puesta en escena de absoluta coherencia, que, con una economìa de recursos, se obtiene, un resultado final, donde, el todo es a las partes, como, las partes, son al todo. Nada es excluyente, todo se incluye en una obra que, por su intensidad, representa un tiempo de espectàculo mayo al trancurrido. EDGARDO RODRIGUEZ